sábado, 16 de outubro de 2010

¡La juventud y el pueblo cubanos necesitan libertades!


Entre los luchadores antiimperialistas y democráticos está creciendo una cierta desazón respecto de la situación en Cuba. Son cientos de miles en América Latina y en todo el mundo los que durante más de cincuenta años han defendido a la revolución cubana, ante el bloqueo y todos los ataques del imperialismo y la gusanería de derecha que anida en Miami.

Nos dirigimos a esa inmensa vanguardia que simpatiza y defiende desde hace más de medio siglo a Cuba para plantearles que al repudio al bloqueo sumemos el reclamo al gobierno cubano de que otorgue libertades de expresión, organización y movilización para el pueblo. La muerte de Orlando Zapata Tamayo, el albañil de 42 años que el 23 de febrero murió luego de 83 días de huelga de hambre al protestar por mejoras en su situación carcelaria, encendió una luz roja. Y ahora hay otro huelguista, el periodista Guillermo Fariñas, que está en libertad exigiendo la liberación de una veintena de disidentes presos. El gobierno sigue rechazando cualquier diálogo para buscar una salida a esa situación.

No podemos dejar en manos del imperialismo y sus voceros que usan estos hechos reales para sus fines contrarrevolucionarios. El imperialismo y sus gobiernos serviles, no tienen autoridad política ni moral para hablar de derechos humanos cuando en nombre de su democracia burguesa, invaden países (Irak, Afganistán, Haití), saquean y reprimen a los pueblos del mundo para salvar a los capitalistas de la crisis económica.

Para el pueblo cubano (y el resto del mundo), la única información oficial que apareció sobre la muerte de Zapata Tamayo fue cuatro días después, el 27 de febrero, en un artículo en el Granma, el vocero oficial del Partido Comunista Cubano (PCC). Allí se dice que era un preso común, un delincuente, que había sido “maquillado” de prisionero político y utilizado por los “enemigos externos e internos de la revolución”. Sea un preso común o un opositor político, es repudiable la actuación del gobierno, la “justicia” y el régimen que encabezan los hermanos Fidel y Raúl Castro, que llevó a Zapata a morir en esas condiciones inhumanas.

Lamentablemente viene a la memoria el caso del luchador irlandés Bobby Sands, dejado morir en 1981 por la primera ministra británica Margaret Thatcher, después de 66 días de huelga de hambre. Lo insólito es que entonces, Fidel Castro repudio este hecho al decir: “Es hora de poner fin, mediante la denuncia y la presión internacional, a esa repugnante atrocidad”. En 2008 el legendario cantante Silvio Rodríguez (insospechado de “opositor”), en una gira por las prisiones del país junto a otros intérpretes, hizo saber que las cárceles son una de las partes más «dolorosas e incómodas» de la realidad cubana. También es repudiable que el pueblo cubano no pueda acceder a una información completa y verificable sobre todas las circunstancias e implicancias políticas que dieron lugar a esta muerte y no pueda debatirlas libremente. Todo esto enloda la causa del socialismo la cual viene siendo pisoteada en la isla desde hace décadas por un gobierno y un régimen político autoritario que es la antítesis de la democracia obrera.

Hasta ahora, la respuesta del gobierno ante la huelga de hambre del periodista y disidente Guillermo Fariñas ha sido tajante: es “mercenario contrarrevolucionario”. Que este último esté aún con vida hace más urgente y necesario el debate sobre el más grave de los problemas: que en Cuba no hay libertad para nadie, comenzando por su juventud y sus trabajadores que quieran defender sus conquistas revolucionarias.


El músico Pablo Milanés, otro insospechado de “opositor”, dijo que si Fariñas muere, “hay que condenar a Fidel Castro, desde el punto de vista humano”…” “Las ideas se discuten y combaten, no se encarcelan” (declaraciones a El Mundo, España, 13/3/10).

Continuação.

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